Artículos

Zapatero, a tus zapatos

Guillermo Villarreal Chapa

Asistimos a un progresivo y afortunado despegue de la mujer mexicana, y no sólo en el terreno de los deportes. Una mexicana gran luchadora y triunfadora, Rosario Marín, hasta hace una década Secretaria del Tesoro de los Estados Unidos, decía durante una estancia en nuestro país: "Espero que puedan sentir la alegría de saber que su trabajo diario beneficia a las personas que han decidido servir, ya sea con sus productos o con sus servicios, y que se vayan a dormir sabiendo que, cualesquiera que fueran sus contribuciones del día, ayudaron a mejorar sus familias, su comunidad y su nación".

Esta manera de hablar de la cotidianidad del trabajo refleja una personalidad realista de quien sabe lo que vale el momento presente. Con otra filosofía popular pero aguda, expresa ese mismo valor el clásico letrero de muchas tiendas de abarrotes: "Hoy no se fía; mañana sí". Por definición el mañana es algo que nunca llega. El porvenir es la región de lo irreal. Sólo el presente da acceso a la realidad.

Se acaba de cumplir el décimo tercer año de la canonización de San Josemaría Escrivá -el santo de la vida ordinaria lo llamó Juan Pablo II- que vivía y predicaba ese realismo sano que tanto necesitamos en nuestro México como nos aconseja nuestra exitosa compatriota.

Este santo, gran amante de México, profundo conocedor de nuestro pueblo y de nuestra historia, que vino a nuestra ciudad en 1970, expresó así en el más conocido de sus libros este profundo realismo de la fe cristiana, tan bien engarzada con lo cotidiano: "¿Quieres de verdad ser santo? -Cumple el pequeño deber de cada momento: haz lo que debes y está en lo que haces". (Camino 815). La misma idea le gustaba expresarla con aquel verso de Antonio Machado: "Despacito y buena letra: el hacer las cosas bien importa más que el hacerlas."

Hablaba San Josemaría, desde 1928 hasta su último aliento en 1975, de la santidad para los ciudadanos de a pie, comunes y corrientes como nosotros; pero dejando siempre claro que esa santidad no está al margen o fuera de las ocupaciones y obligaciones ciudadanas, sino imbricada y entrelazada con ellas. Las catedrales medievales son sin duda un alarde de fe; pero no menos un alarde de arquitectura.

La esperanza verdadera en la vida eterna no consiste en dejar las cosas perezosamente para un porvenir incierto y vago. Todo lo contrario: el camino para la esperanza es el cumplimiento del deber del momento presente. Con lo que sí está reñida la santidad es con la mordida, con el alambrito, con el diablito y con el fraude electoral; con el litro escaso de gasolina, y con el "ahí se va". Actitudes

tramposas que también son freno de nuestro desarrollo social, económico y cultural. Zapatero, a tus zapatos: una buena consigna no sólo para tener una buena clientela; Mal entendida por siglos ha sido la palabra santidad. Será quizá porque esa noción la hemos recibido primero a través de las artes plásticas que representaban santos sólo mirando al Cielo.

Séneca hubo de decir a sus detractores: de virtutibus, non de me loquor, hablo de las virtudes, no de mí. Séneca, que parece no haber sido un modelo de congruencia, era contemporáneo de un niño que había nacido casi al mismo tiempo que él en un oscuro rincón del Imperio.


Tomado textualmente de ROME REPORTS