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La generosidad
Por Guillermo Hernández Lee
Generosidad viene del vocablo latino generosĭtas y se refiera a la disposición firme y constante de la voluntad para dar y darnos a los demás buscando su bien, por encima de nuestro propio interés o utilidad. Implica dar lo mejor de nosotros, nuestras cualidades y talentos y al mismo tiempo nuestros bienes materiales.
La generosidad es muy cercana a la virtud de la justicia, porque es de justicia ayudar al que menos puede o al que menos tiene, pero sobrepasa a la justicia porque vivir la generosidad es darle al otro más de lo que le corresponde.
La virtud de la generosidad es contraria al egoísmo, que es el amor desordenado así uno mismo y que impide poder preocuparse por el otro al estar pendientes en demasía de uno mismo.
La virtud de la generosidad al igual que la virtud de la justicia es una virtud social, ya que no se puede ser justo y generoso con uno mismo, sino con el otro. De ahí la importancia de educar y educarnos en la generosidad para la vida en común.
Pero ¿cómo educamos en la generosidad?
Lo primero que hay que entender es que la generosidad material que nos lleva a compartir lo que tenemos con el otro, es condición necesaria para vivir la generosidad personal, en la que no damos lo que tenemos sino lo que somos. Pero al mismo tiempo dar o compartir bienes materiales no es suficiente para acrecentar nuestro ser, ya que cuando compartimos con el otro lo que somos, por decirlo de alguna forma, además de ser lo que somos en nuestro propio ser también somos un poco en el otro, es decir nos expandimos hacía fuera contrario al egoísmo que es encerrarnos en nosotros mismos.
Entonces primero debemos de educar a nuestros hijos en la generosidad material, respetando ese sentido de propiedad que tienes los niños pequeños en esa edad del “es mío”, por ello es muy recomendable no obligarlo, pero si invitarlo a participar al otro de lo suyo. Esta invitación ha de ser constante y en un sentido muy positivo, es decir aprovechar las pequeñas oportunidades que se dan en la convivencia diaria con los demás y evitar las amenazas y castigos.
Segundo hay que celebrar (alegrarse en el bien del otro) con nuestro hijo sus actos de generosidad, evitar los premios materiales para evitar que nuestro hijo sea generoso por intenciones menos valiosas.
Pero sobre todo al igual que toda virtud la generosidad se enseña con el ejemplo, un padre ausente no puede educar en la generosidad, por ello es importante que el padre este en casa, que se dé a su familia y esta presencia paterna ha de ser alegre, ha de propiciar la convivencia y armonía del hogar. Estar con los hijos es un acto de donación que además de dar seguridad les enseñará a vivir la generosidad.
También es importante vivir la generosidad fuera de casa, desde un simple ceder el paso a otro conductor, hasta un involucrarnos en alguna obra social y si es en familia que mejor.
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