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El mensaje de san Josemaría sobre el trabajo

San Josemaría Escrivá fue canonizado por el Papa Juan Pablo II, en San Pedro, el 6 de octubre de 2002, y su fiesta se conmemora el 26 de junio, día de su tránsito al Cielo en 1975. En diversos textos, este santo de nuestro tiempo comentaba que el 2 de octubre de 1928 vio, por inspiración divina y con claridad meridiana, que todos los cristianos –por el hecho de estar bautizados– estaban llamados a buscar la plenitud de vida cristiana a través de su trabajo profesional.

Insistía en que este mensaje era tan antiguo como el Evangelio y, a la vez, permanentemente nuevo. ¿A qué se refería con esa expresión? A que había que mirar hacia el Modelo, Jesucristo, a Santa María y a San José –la Sagrada Familia–  para contemplar cómo los tres trabajaban en tareas que rebosaban de normalidad: dos artesanos y un ama de casa.

En su homilía En el taller de José, san Josemaría comenta: “Porque Jesús debía parecerse a José: en el modo de trabajar, en rasgos de su carácter, en la manera de hablar. En el realismo de Jesús, en su espíritu de observación, en su modo de sentarse a la mesa y de partir el pan, en su gusto por exponer la doctrina de una manera concreta, tomando ejemplo de las cosas de la vida ordinaria, se refleja lo que ha sido la infancia y la juventud de Jesús y, por tanto, su trato con José”.

“Por eso el hombre –comenta san Josemaría– no debe limitarse a hacer cosas, a construir objetos. El trabajo nace del amor, manifiesta el amor y se ordena al amor. Reconocemos a Dios no sólo en el espectáculo de la naturaleza, sino también en la experiencia de nuestra propia labor, de nuestro esfuerzo”.

Por ello recalcaba este santo sacerdote que no hay cristianos de segunda o tercera categoría sino que todos están llamados a buscar la perfección precisamente con ocasión del trabajo de todos los días, como años después  retomó este mensaje y lo declaró solemnemente el Concilio Vaticano II, en su Constitución Dogmática Lumen Gentium.

Ante esta afirmación, la pregunta obligada es: ¿acaso es posible comparar el trabajo de un importante empresario o el de un destacado funcionario público con la actividad de un campesino, un obrero, una empleada o un modesto taxista? Precisamente aquí radica el núcleo de un mensaje espiritual revolucionario: lo verdaderamente importante no está en qué trabajo se realiza sino en cómo se hace, con qué tanto amor de Dios. 

Hay una expresión muy luminosa de san Josemaría que condensa este modo de actuar: “Santificar el trabajo, santificarse en el trabajo, santificar con el trabajo”.

¿A qué se refiere el Fundador del Opus Dei con la otra dimensión de “santificar con el trabajo”? A que el quehacer profesional –cualquiera que éste sea, pero honrado- puede convertirse en una ocasión de encuentro con los demás hombres para servirles y acercarlos a Dios, esto es, para hacer apostolado.

“En esa tarea profesional vuestra –escribe san Josemaría- hecha cara a Dios, se pondrán en juego la fe, la esperanza y la caridad. Sus incidencias, las relaciones y problemas que trae consigo vuestra labor, alimentarán vuestra oración. 

Ahora bien, éste no es un camino para privilegiados o para personas que se apartan del mundo sino para todos los cristianos que trabajan en medio del mundo como personas normales que viven el día a día para ganarse el pan y procurar el sostenimiento propio y el de su familia. Siendo, además, un ciudadano igual a los demás ciudadanos que trabajan por el bien común de su pueblo, ciudad, región o país.

En conclusión, se trata de un mensaje particularmente actual, en  una sociedad de mujeres y hombres y enmarcada dentro de una  civilización del trabajo. Y con estas ideas que expone el Fundador del Opus Dei, la actividad profesional, lejos de caracterizarse únicamente por un limitado enfoque de autorrealización personal, es también  ocasión de tener un encuentro personal y cotidiano con Dios, de darle gloria y  servir a los demás.


CAMINO Josemaría Escrivá de Balaguer. Minos.