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La sinceridad debe ponerse de moda.

Por Rosa Elena Ruiz de Carlos

El joven discípulo de un sabio filósofo llega a casa de éste y le dice:

- Maestro, un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia...
- ¡Espera! – Lo interrumpe el filósofo. ¿Ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?
- ¿Las tres rejas?
- Sí.-
- La primera es la VERDAD ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto? - No. Lo oí comentar a unos vecinos...
- Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la BONDAD. Eso que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?
- No, en realidad no. Al contrario...
- Ah, vaya. La última reja es la NECESIDAD. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta? –
- A decir verdad, no.

Entonces – dijo el sabio sonriendo, si no es verdadero, ni bueno, ni necesario, sepultémoslo en el olvido.

La sinceridad es un valor que pasa por las tres rejas.

La reja de la verdad.

Una de las definiciones de sinceridad afirma que es el modo de expresarse, sin mentiras, ni fingimientos. Del latín sinceritas. El término está asociado a la veracidad y a la sencillez.

Es lo que nos mueve a manifestarnos exteriormente como somos interiormente, (sin dobleces). Es la congruencia, la claridad y transparencia en lo que se hace, en lo que se piensa y en cómo se vive.

La reja de la bondad.

El decir la verdad es lícito siempre que sea bueno escucharla para esa persona y le sirva para corregir una actitud.

No quiere decir ser hirientes, ni decir lo primero que se nos ocurre, ni todo lo que pensamos. No es ser “espontáneo”. Hay que decir lo que se piensa, pero hay que pensar lo que se dice.

La sinceridad esta moderada por la caridad, (para no herir), la discreción, (cuidando decirlo en privado), la amabilidad, (de buen modo), la prudencia, (a quien, dónde y cómo le servirá).

Ser sincero tampoco quiere decir publicar los actos propios y los ajenos con una falta de pudor e intimidad, sin tapujos, ni delicadeza, ventilándolos a todo el mundo y por todos los medios.

La reja de la necesidad.

En la sociedad ha permeado la cultura de la imagen, que lleva a disimular los errores y a manipular u ocultar la verdad para “guardar las apariencias”, “no dar de qué hablar”, influir en las opiniones, mover voluntades, evadir responsabilidades y otros motivos.

Y sin embargo, en todos los ambientes, personal, familiar y laboral, comercial, científico, político y de comunicación, persiste la necesidad de ser y de tener personas en quien confiar, por su honradez y sinceridad, por su rectitud y coherencia.

¿Quién no reconoce el valor de un amigo sincero, de un esposo y esposa fiel, de un empleado leal, de un comerciante honrado, de un político honesto…?

Debemos entonces vivir la sinceridad y fomentarla principalmente con el ejemplo. “A los niños -decía Gandhi- antes de enseñarles a leer hay que ayudarles a aprender lo que es el amor y la verdad”.

“El cristiano ha de manifestarse auténtico, veraz, sincero en todas sus obras. Su conducta debe transparentar un espíritu: el de Cristo. Si alguno tiene en este mundo la obligación de mostrarse consecuente, es el cristiano, porque ha recibido en depósito, para hacer fructificar ese don, la verdad que libera, que salva”. (Amigos de Dios. P. 141)

Decídete a ponerla de moda.

• Porque Jesús es “el Camino, la Verdad y la Vida”. Jn 14,8
• “Sea vuestro modo de hablar: Sí, sí o no, no. Lo que exceda de esto viene del maligno”. Mt 5, 37
• Porque “La verdad os hará libres” Jn 8,32

Fuente: Catholic.net. La Sinceridad-la honestidad. Marta Arrechea Harriet de Olivero |