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Vivir y enseñar la virtud de la fortaleza

El Dr. Carlos Llano definía las virtudes como “Hábitos incorporados voluntariamente por el hombre para el desarrollo de sus posibilidades humanas”. Me gusta esta definición porque no sólo nos dice que es la virtud, sino sobre todo nos muestra claramente el fin de toda virtud: el desarrollo pleno de la persona humana. Para entender la importancia de las virtudes en el desarrollo del ser humano, es necesario saber que todos, absolutamente todos nos movemos por hábitos, sin ellos no podríamos “funcionar” y ahí es donde radica el problema, ya que tenemos que tener muy presente que hay hábitos buenos (virtudes) y hábitos malos (vicios) y que ambos hábitos se van arraigando cada vez más en nosotros.

De lo anterior podemos concluir la importancia de sumar virtudes a lo largo de nuestra vida, ya que de lo contrario “almacenaremos” vicios, porque es una “ley” que a lo largo de nuestra vida acumulamos hábitos, eso no depende de nosotros, “acumular o no acumular hábitos”, esa no es la cuestión, la pregunta correcta es ¿qué tipos de hábitos incorporamos a nuestra vida? Y lo importante no es la pregunta, sino la respuesta que le demos.

Por ello si un joven o un adulto, no tienen hábitos buenos: hacer deporte, hacer oración, estudiar, hacer lectura, ayudar en casa, etc., necesariamente tendrá uno o varios vicios.

Pero nos falta aclarar que es un hábito, la definición es muy sencilla: la repetición de actos, así de fácil. Por ello hay que preguntarnos ¿cuáles son los actos propios de las virtudes? Ya que ello nos pude ayudar a “fraccionar” la virtud, crecer en ella poco a poco y en el caso de los vicios nos ayuda a entender con claridad que actos malos tengo que ir quitando de mi vida. Bueno, no quitar, sino cambiar por los actos contrarios.

Muy bien, ahora ya podremos hablar de la virtud de la fortaleza recurriré nuevamente al Dr. Llano para su definición: La fortaleza es el “Sostenimiento del apetito sensible ante los bienes arduos”. Dicho sostenimiento del apetito sensible tiene dos actos propios: resistir y acometer.

El primero de ellos es un no dejarme vencer por los apetitos sensibles: amor, sufrimiento, odio, ira, temor, gozo, deseo, etc. y el segundo es un conquistar, es ejercer el autodomino sobre mis apetitos sensibles, de forma tal que sumen al logro de mi perfección. Ambos actos son indispensables para crecer en la virtud, ya que no basta no dejarme llevar por mis apetitos, sino que al mismo tiempo tengo que “sujetar” mis apetitos y llevarlos a dónde yo quiero.

Porque los apetitos sensibles no son malos, lo malo es que se manden solos, porque entonces ellos me gobiernan a mí.

Entonces cómo crezco en fortaleza, cómo hago crecer a mi hijo, a mi empleado, a mi alumno en dicha virtud. Primero identifica el comportamiento que nos hace manifiesta la falta de fortaleza, por ejemplo, un alumno que no hace su tarea, después analizar ese comportamiento y su contexto propio.

Y sobre todo, tu deseo de cambio debe de partir en justicia de la bondad de la otra persona o de ti mismo, no hacer juicios, porque vamos a etiquetarlo como un alumno flojo y entonces toda nuestra actitud tendrá un enfoque negativo. Les aseguro que si le preguntan a su alumno ¿por qué no quieres hacer tu tarea? Nos responderá que si quiere, pero que no puede, le resulta imposible poder hacerla.

Hay que estar ciertos que el hecho de que el alumno no haga la tarea no es consecuencia de ser flojo, sino de sus hábitos, y entonces buscaremos que hábito malo hay que cambiar por uno bueno.

Siguiendo con el ejemplo le podemos preguntar al alumno “¿Qué haces cuando llegas a tu casa? Dímelo paso por paso”. Él nos dirá: “Me siento a comer, me voy a mi cuarto a hacer la tarea y me duermo toda la tarde”. “¿Te duermes?”. “Sí, me resulta imposible no dormir, la cama es una fuerte tentación para no dormir, pero de verdad que siempre digo, nada más un ratito, pero resulta que es toda la tarde”.

Bueno hemos encontrado el hábito a modificar y que lo desencadena. La virtud de la fortaleza es una cuestión práctica, a ese alumno en concreto habrá que aconsejarle (por no decir que prohibirle) que no vaya a su cuarto, ni a la sala, sin hacer la tarea, sino al comedor o al estudio, con ello logramos romper la inercia del hábito y le damos una barrera muy práctica para resistir a la pereza y ahora habrá que llevarlo a acometer el tedio de hacer la tarea, desde llevar una agenda de tareas, antes de empezar da un orden a las tareas, haciendo primero las más difíciles o “aburridas” y después las más fáciles, tener a la mano todo lo necesario, etc. Y esto lo podremos aplicar a muchas otras cosas, por ejemplo vivir una dieta, salir a correr todos los días y muchas más.

Guillermo Hernández Lee
gmo.hdzlee@gmail.com