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La Amistad

Por Guillermo Ricardo Hernández Lee

Hablar de la amistad podría parecer un tema fácil, pero en realidad es un tema complejo, no hay realidad humana que quede fuera de su ámbito. De la amistad se ha dicho mucho, pero también es mucho lo que la humanidad ha olvidado de esta cuestión vital para el hombre.

El hombre sin la amistad sería un imposible, ya que entre todos los bienes la amistad además de ser el bien más preciado es al mismo tiempo el más necesario. La salud, la riqueza y otros bienes no tienen sentido sin los amigos. De qué nos sirve la salud si no tenemos amigos con quienes compartir las alegrías de la vida.

La amistad es un vivir fuera de nosotros y para los otros, es una virtud verdaderamente expansiva, porque gracias a ella en cierta forma el ser del amigo crece en el ser del otro. Además la amistad implica el crecimiento de los amigos, ya que ella está basada en el buscar el bien del otro, es dar lo mejor al otro y recibir del otro lo mejor y dos amigos que continuamente dan lo mejor de sí necesariamente se harán mejores.

La amistad requiere que nos conozcamos profundamente a nosotros mismos para poder conocer al otro. Es indispensable que conozcamos nuestro ser para poder reconocer en el otro lo que lo hace nuestro igual, nuestro semejante.

En la medida que como personas nos olvidemos de la amistad, seremos incapaces de construir una sociedad viable. Es decir, sin amistad la sociedad sería inviable, sería un imposible.

Si no hay amistad inevitablemente tendremos entre nosotros la enemistad, que es un desbordamiento desordenado de nuestro propio ser, donde impera nuestro propio interés por encima del bien común.

Al contrario de la amistad, la enemistad conlleva un desconocimiento de nosotros mismos, es un ignorar lo que somos y sí no sabemos lo que somos ¿cómo podrías saber lo que realmente nos hace mejores? La enemistad nos hace incapaces de conocer y reconocer al otro como nuestro igual y la conclusión lógica es negarnos al otro, es un encogernos en nosotros mismos, es ver en el otro un contrario y que en lugar compartir lo que somos o lo que tenemos buscaremos arrebatar, quitar el ser o el poseer lo ajeno, y ello es una vía directa a la injusticia.

Hoy vivimos una sociedad que premia la “democracia” y la “tolerancia” pero que se olvida de la amistad, y eso es una locura de nuestro tiempo, ya que en una democracia sin amistad no busco el bien común sino mi propio bien y la tolerancia sin amistad es una tolerancia vacía, es un “no me importas”, es un soportar al otro para poder vivir tranquilo.

De igual forma la amistad es imprescindible en la familia, como lo decía el santo de lo ordinario, San Josemaría "El ideal de los padres se concreta más bien en llegar a ser amigos de sus hijos". La paternidad es la forma más perfecta de la amistad, ya que por vocación los padres han de dar lo mejor a sus hijos, quienes son sus semejantes más próximos.

Y como se dijo párrafos arriba, el bien más preciado es la amistad, por lo que lo mejor que se puede dar a los hijos es la amistad. Pero la amistad no sólo hay que darla hay que enseñarla a los hijos. No basta con educar con la amistad, hay que educar la amistad en los hijos.

La amistad se educa en el diario vivir del hogar, cuando enseñamos a nuestros hijos a cooperar en la casa, cuando los enseñamos a dar lo mejor de sí, cuando los enseñamos a ser agradecidos, cuando los educamos en la entrega.